Calle Amantes 11, 2º - Teruel

Nuestro querido Lorenzo lleva iluminando nuestras vidas  y sustentando nuestro planeta desde hace nada más y nada menos que 4.600 millones de años. La existencia de prácticamente todo lo que habita en la Tierra depende de nuestro astro Rey, y nosotros no somos la excepción. Y si nosotros estamos vivos, es gracias a que el sol sigue brillando, ¿cómo podemos estar planteándonos que no sea nuestro amigo? Bueno, como diría el refranero popular, no es oro todo lo que reluce.
El sol rige y dirige muchos procesos sin los cuales ninguno de nosotros estaría aquí, empezando por permitir que la flora lleve a cabo la fotosíntesis y nos surta del oxígeno que necesitamos para vivir, pasando por la formación y el correcto mantenimiento de nuestros huesos y terminando por evitar que perdamos la cabeza gracias al ritmo circadiano que regula el sueño a través de los periodos de luz – oscuridad.

El sol, un lobo con piel de cordero

Sin embargo, hay amores que matan. Durante la década de los 90, nos bombardearon con un prototipo de belleza y salud que a día de hoy se ha demostrado que poco tiene que ver con la realidad.
¿Quién no recuerda estos cuerpos definidos y esculturales bronceados hasta el infinito y más allá?
Como todas, afortunadamente, esta moda también pasó, pero todavía nos encontramos con mucha gente que piensa que estar bronceado es un signo de salud y que estar pálido, implica estar, o al menos parecer enfermo. Es hora de cambiar esa mentalidad. Si bien el sol es indiscutiblemente necesario para nuestra salud, estar bronceado no lo es y es más, puede tener consecuencias terribles. Entre las más “leves” pero también poco deseables se encuentra el fotoenvejecimiento cutáneo, que no es ni más ni menos que el deterioro prematuro de la piel por efecto de la radiación solar.  Pero el problema de fondo es más grave y es que ¿sabías que haber sufrido quemaduras solares, sobre todo en infancia y adolescencia implica que tienes el doble de posibilidades de padecer un melanoma que una persona que no se ha quemado antes?
Prevenir estos efectos indeseables del sol está en nuestras manos, y aunque requiere un esfuerzo por nuestra parte, es una cuestión de prevención y promoción de la salud que está al alcance de todos. Esta fórmula mágica que puede salvarnos de un cáncer de piel en el futuro, además de un envejecimiento prematuro, es concretamente el protector solar.

La importancia de elegir un buen fotoprotector

¿En qué debemos fijarnos a la hora de elegir un fotoprotector?
  1. Que sea un formato que te resulte cómodo, porque seamos realistas, a mayor comodidad mayor cumplimiento.
  2. Que en el envase se especifique que protege frente a los rayos UVA además de los UVB, ya que se ha demostrado que estos también tienen efectos nocivos en nuestra piel.
  3. Que el factor de protección sea lo más alto posible (FPS 50).
Otras consideraciones que debemos tener en mente cuando nos exponemos al sol es evitar hacerlo en las horas centrales del día (entre las 12.00 y las 17.00 horas), aplicar el protector solar entre 20 y 30 minutos antes de la exposición y renovarlo constantemente, al menos cada 2 horas y después de cada baño.

Signos de alarma de las lesiones cutáneas

Tan importante como la prevención es el diagnóstico precoz, por lo que aquí os facilitamos una breve regla nemotécnica fácil de memorizar y recordar en caso de que seáis de los que se han pasado un poquito con el sol. Si observas cualquier lesión nueva en tu piel o notas algún cambio en lesiones previas como los que os contamos a continuación, acude a tu dermatólogo:
A: Asimetría
B: Bordes irregulares
C: Color variado
D: Diámetro mayor de 6 mm.
E: Evolución (cambio de aspecto)


 

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