Cuando se realiza un diagnóstico en Medicina Estética, es fundamental analizar el conjunto de los rasgos y las características morfológicas de cada paciente para adecuar los diferentes tratamientos a la resolución o atenuación del verdadero problema, evitando poner parches “a lo loco”. Esto requiere un profundo conocimiento de la anatomía y de los procesos implicados en el origen de cada problema
Cuando nos hablan de medicina estética tendemos a pensar en el presente, en una serie de tratamientos que conviven con nosotros desde hace muy poco tiempo. Pero nada más lejos de la realidad, el culto por la belleza y por el bienestar físico es algo que se remonta al principio de los tiempos.
La piel es el órgano más grande del cuerpo, es tu carta de presentación, una piel bonita brilla con luz propia incluso sin necesidad de adornarla con maquillaje. Much@s, especialmente aquellos que no viváis cómodos en vuestra piel, pensareis que cambiar esto es algo imposible, pero en realidad os sorprendería lo que una buena rutina de cuidados faciales puede hacer por vosotros.
La piel no es ni más ni menos que el lienzo sobre el que podemos plasmar todo lo demás, los cimientos de una casa. Si los cimientos no están en buen estado, no importa el esmero que se ponga en decorar la casa, un pared agrietada o una viga torcida delatará el problema de base.